Permítanme presentarme: Yo soy y me llamo Manolito Guillén Palomo, y tengo catorce años. Los niños de la calle me llaman y corean a gritos para reírse de mí:
“Manolito Palomo.
Manolito Palomo.
Yo me lo guiso y yo me lo como.”
“Palomo, palomino: El tonto del vecino.”
Y se ríen que se tronchan. Son crueles los niños, pero a mí no me importa. Ellos creen que yo soy tonto, pero los tontos son ellos que creen que yo soy tonto. En la escuela los aventajo a todos. El maestro nunca me echa, y a ellos sí. Yo soy tan inteligente que sé sumar, restar, multiplicar y dividir, y yo puedo sacar la cuadratura del Círculo y resolver todos los teoremas del siglo. ¡Toma! Ah, que viviera el Señor Einstein. Departiríamos mano a mano sobre las más variadas teorías, cualquiera habida o por inventar. ¿El tiempo-espacio? ¿La estructura del Universo? Todo ello no representa ningún problema para un servidor, que soy yo. La eternidad, ¿punto cero? Punto fijo… mejor. El futuro, el presente y el pasado, siempre convergen en un solo punto. Siempre es ese punto. Se vive un continuo y perpetuo presente. El futuro existe solo en la percepción. El pasado es memoria, que ya no es. Fue. Solo cuenta el presente. Siempre es presente. ¿Saben eso los niños? ¡Qué van a saber esos asilvestrados! ¿Ven como yo sé más? No me aburriré solo, esté donde esté, pues tengo mucho que hacer. Emularé a mi amigo Einstein, porque Einstein es amigo mío, ¿saben? Einstein es amigo mío y de Dos, y yo también soy amigo de Dios. Mi “DIOSNANA”. Mi Dios bueno.
Una vez le preguntaron al Señor Einstein si creía en Dios, y él les contestó:
“Los supersticiosos creen en Dios”.
“Pero Usted creen en Dios” -afirmó el periodista-.
“Porque yo supersticioso” -concluyó Einstein-.
Es una buena anécdota, ¿verdad? Einstein era un firme creyente en Dios, porque Einstein era un paciente y agudo observador y también razonable. Y llegaba a conclusiones lógicas y acertadas.
Los niños de la Escuela me tienen envidia porque sé más que ellos. Yo me he leído todos los “Clásicos” de ‘pe’ a ‘pa’, y los puedo recitar. A veces los niños me esperan en la calle para pegarme, pero yo puedo con todos ellos. Cuando empiezo a repartir tortas no queda títere con cabeza, y si alguno es más grande que yo y me veo apurado, entonces busco una piedra y se la hinco en la cabeza y luego echo a correr a toda vela. Después tengo que estar encerrado en casa unos días sin poder salir a la calle, hasta que se le pasa el furor al descalabrado. Unos cuantos llevan mi marca, y a otros no se les pasa tan fácil la rabia y buscan la revancha y el desquite a toda costa. Mi mama me dice que los evite y que cuando los vea salga corriendo; y yo le hago caso a mi mama. Las madres de los apaleados vienen en tropel a quejarse en mi casa, pero mi mama les enfrenta sin contemplaciones y las saca corriendo con cajas destempladas.
Y yo soy Manolito Guillén Palomo, y
“Yo me lo guiso, y yo me lo como”, y
tengo catorce años.
Y yo soy “Palomo Palomino, el listo del vecino”.
Y Ella es mi MamaNana que me cuida.
Abstenerse (los) desaforados.
“Yo soy” (etc. etc. etc.)
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