Pero, ¿por qué a nosotros, a mi mama y a mí? El misterio se acrecentaba minuto a minuto. Algo no encajaba, y esa “Cosa” seguía ahí… al acecho. Yo intuía un peligro más sordo y terrible aún, algo más allá de lo normal, digamos… sobrenatural. Por un momento creía ver algo fugazmente. Yo estaba detrás de mi mama, pero asomaba la cabeza para ver, siempre en dirección a la puerta de donde provenían los golpes. Entonces, algo así como una cara, negra y sin rasgos, un contorno, se asomó varias veces. Se asomaba y desaparecía. Y entonces, en esas horas de la noche, donde las cosas y los ruidos más leves se intensifican y se magnifican hasta golpear en el cerebro, quedamos paralizados mi mama y yo. El terror más abyecto nos invadía y un temor mórbido nos cubría y recorría de arriba abajo. Y entonces, y sin saber cómo, por delante nuestro… pasaba lentamente y como flotando, una cosa vestida de blanco. ¿Una ‘Aparición’? El espectro o figura, o lo que fuera, llevaba un vestido como si fuera de novia, blanco y vaporoso, amplísimo, como el que usaban las damas allá por los siglos XVIII y XIX, pero algo burdo, acampanado como un cono, y… sin cabeza. Atrás parecía que iba otra más chica ¿Las “Meninas”? Si las figuras tenían cabeza, estas iban cubiertas por el vestido. ¿Quiénes eran estas “cosas”? ¿Qué eran, o qué querían?
Momento de indecisión. El tiempo se dilata. El tiempo juega en contra. El tiempo se detiene y es otra dimensión. Los dientes castañetean hasta hacerse daño. Y entonces surge la fiera que duerme dentro de nosotros, y la impetuosidad se apodera de mí, y superado el terror inicial que atenazaba mis miembros… salto hacia adelante. ¡A vida, o muerte! El caso, es que yo me veía siempre detrás de mi mama, agarrado a su vestido y temblando. Pero entonces, inexplicablemente, yo me veo saliendo por encima de mi mama y saltando sobre esa “Cosa”. ¿Una situación de bilocación mental? Por momentos me parecía una bilocación física, pues empecé a golpear con furia homicida a esa “Cosa” que se me antojaba horrible, y que surgida de las tinieblas había invadido nuestra intimidad y hogar. ¿Con qué derecho y con qué oscuras intenciones?
Dicen todos los que me conocen que lo que me falta de cerebro me sobra en fuerzas, y puede que tengan razón. Yo me subí encima de ese bulto blanco y golpeaba con mucha fuerza y rabia a esa “Cosa” para tratar de reducirla a la nada. Mis golpes tenían la potencia como para derribar elefantes, pero no parecían afectar a “La Visita” (al visitante nocturno). Vez tras ves cargué y clavé mis puños con velocidad y potencia asesina donde debería estar a la cabeza de aquello bajo la tela blanca, pero mis golpes solo encontraban el vacío. Mis puños, entonces, se hundían buscando el cuerpo, pero todo resultaba en vano. Pero no me rendía, mi furia seguía incontenible. Y entonces y por momentos me parecía encontrar algo sólido, y hacia allí dirigía mis golpes con saña y redoblado furor, con el afán de pulverizar “aquello” y acabara así nuestra angustia y pesadilla. Y como no lograra alcanzar mi objetivo, un cuchillo de buenas dimensiones pareció en mis manos y se hundió una y otra vez en “aquello” para matarlo. Luego desapareció todo, sin un ruido ni un solo gemido, como si todo hubiera sido irreal. Mi mama también había desaparecido… sin decirme nada. Y no la volví a ver más. Mi MamaNana. ¿Por qué?
Las vecinas me han dicho que mi Mama ha muerto. Y una más vieja, de luto y con pinta de bruja, me ha dicho, casi al oído, que mi MamaNana se ha ido a vivir a un lugar mejor que se llama “MasHondo”, y me ha explicado que MasHondo es la ‘Ciudad Suspendida en el Tiempo’, a donde iremos todos, y también me ha dicho que yo iré a verla, y eso me ha gustado y me ha tranquilizado, porque yo quiero mucho a mi MamaNana, porque ella me cuida, y yo no puedo estar sin ella.
Todo esto me ha dejado impresionado, y yo no sé qué es la muerte, pero no me gusta la muerte, porque cuando alguien se muere todo el mundo llora y no lo volvemos a ver más. Cuando murió el Antoñico, va para dos años ya, me debía dos trompos que le había ganado, y esos no los veo más. Y no hay derecho. Dicen que la muerte condona las deudas, pero yo quería mis trompos, y no los olvido. La muerte es mala, porque todo el mundo se pone triste y llora con mucho sentimiento, y dice: “Pobre fulanico. ¡Ay! Con lo bueno que era”. Todo el que se muere parece por ‘decreto’ que tiene que ser bueno. Eso es un gran enigma a resolver. ¿No lo creen? Y esta ha sido “La Visita”… en mi casa.
Continuará...
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